Ab. Guillermo Muñoz T.
La corrupción política es una pandemia milenaria, que derroca todo
sistema de gobierno, dramatiza el curso de la historia, destruye sociedades,
quebranta conciencias, carcome valores y maldice generaciones. En el caso
ecuatoriano, en todas partes simplemente se comenta del flagelo de la corrupción, en medios de comunicación, foros, seminarios, universidades, funciones del
Estado, organismos públicos, Gads, instituciones privadas, plazas,
tiendas, mercados, cultos, religiones, sociedad en general. La corrupción en la función pública, es en esencia un problema educativo, político, sociológico y económico, que ha dejado de ser una simple desviación de la conducta personal, para convertirse en un sistema de oprobio político, que en el Ecuador ha tocado fondo, generada por la desmedida ambición del poder político y económico de los gobernantes en sus cuatro niveles de gobierno: nacional,
provincial, cantonal y parroquial y que en su mayoría, son sujetos oportunistas y sabidos criollos sin condolencia humana, fríos y calculadores que sólo anochecen y amanecen pensando en los porcentajes
de lleve de la contratación pública y de cómo sacarle provecho al gran negocio de la política. De manera general, ¿Cuánto han fiscalizado: la Asamblea Nacional, Cámaras Provinciales, Concejos Municipios, Juntas Parroquiales y Ciudadanía (mandantes)? ¿En cada provincia, qué consejeros, concejales y vocales de juntas parroquiales han asumido su
responsabilidad fiscalizadora? ¿Cuántas denuncias de supuestos actos de corrupción se ventilan en los organismos de control (Contraloría General, Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Fiscalía)? ¿Existe un sólo contratista que no haya dada el respectivo porcentaje impositivo por
cada contrato de obra? ¿Cuáles son los consejeros, concejales y vocales que
forman parte de la corrupción y que todos los días acosan al titular por nuevos contratos? ¿La ciudadanía ha cumplido con su mandato constitucional de ser
el principal fiscalizador? ¿Los organismos de control cumplen con su rol de
manera transparente? ¿Qué medios de comunicación, periodistas o comunicadores sociales se han vendido al mejor postor por
un plato de fríjoles (contratos de publicidad) para tapar la
corrupción o por temor a perder sus concesiones de
frecuencias? El peculado por apropiación, peculado por extensión, concusión, cohecho propio, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito, utilización indebida de información, prevaricato por acción y omisión y la “complicidad ciudadana”, son figuras nefastas que conducen a la decadencia social, económica y política de los pueblos. Por: Ab. Guillermo Muñoz T. Ecuador,
EL TERREMOTO DEL 16 DE ABRIL DEL
2016
algunos datos escalofriantes, así como la suma probable para su reparación, la misma que ha sido anunciada que bordeará los 3.000 millones de dólares y tardará aproximadamente tres años.
Los medios de comunicación cada minuto nos informaban casi al minuto, de todo lo que estaba ocurriendo y la angustia que estaban viviendo nuestros compatriotas de las principales ciudades afectadas como Pedernales, Portoviejo, Esmeraldas y Manta; pero poco a poco iban apareciendo más ciudades, parroquias, recintos y comunas, en donde el desastre era similar a lo que se nos mostraba y allí nadie acudía en su ayuda.
Tanto el Gobierno, así como la asistencia de gente solidaria, iba llegando poco a poco con la ayuda en alimentos, vitualles y medicina. El rescate inicialmente lo hicieron los propios vecinos y amigos, pero sin ninguna organización ni dirección técnica; hasta que intervino la Secretaría de Riesgos, El MIES, la Policía, Bomberos, Ejército y Marina. Posteriormente se sumaron el resto de Ministerios y la tarea se volvió más organizada y efectiva.
Hemos escuchado centenares de historias y anécdotas, contadas por rescatistas y sobrevivientes, las mismas que nos han puesto los pelos de punta y nos han arrancado más de una lágrima, sobre todo cuando nos sentimos impotentes de no poder acudir en la ayuda que necesitan nuestros hermanos caídos en desgracia.
Me llena de satisfacción la reacción ciudadana, quienes han sido muy generosos y solidarios, pero no es suficiente haberles dado una comida que durará poco tiempo o una cobija, porque muchos de ellos no tienen cocina para cocinar esos alimentos ni tiene cama dónde dormir ni casa donde refugiarse. Ahora al Estado y a la gente caritativa, nos toca una tarea mucho mayor y es la tarea de reconstruir viviendas, infraestructura, generar fuentes de trabajo, para que la gente pueda subsistir y continuar adelante; porque muchas personas no es que solamente perdieron sus propiedades materiales, sino que han quedado huérfanos, viudos, sin padres, hijos, madres, tíos, hermanos, etc. El dolor debe ser inimaginable y las secuelas terribles.
Me ha impactado drásticamente, saber que casi todos los lugares que han sufrido esta desgracia, son eminentemente turísticos, todos ellos han surgido y vivían del turismo y del comercio; pero ahora solo hay ruinas; más de 50 hoteles han desaparecidos y otros han quedado seriamente afectados, por lo que habrá que derribarlos y otros deberán ser reconstruidos o reparados a un costo bastante alto.
Nos quedan grande lecciones, una de ellas, es que siempre hay que estar en paz con Dios y con nuestra conciencia, no hay que hacer el mal a nadie y que todos los bienes materiales no son eternos y en cualquier momento todo se puede venir abajo. Los Municipios deben adoptar medidas más severas, para otorgar los permisos de construcción y los organismos del Estado deben estar siempre preparados para afrontar una catástrofe. No olvidemos que la mayoría de las casas y edificios que se destruyeron, han sido por fallas estructurales, es decir no han contemplado las mínimas normas técnicas de construcción y materiales.
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ALGO MÁS QUE PALABRAS
ACCIONES
REALMENTE ESPERANZADORAS
La esperanza nos sostiene y además
nos sustenta; pues es la vida misma amparándose, protegiéndose, defendiéndose.
Precisamente, la desesperación llega cuando se pierde toda ilusión o coraje por
vivir. No obstante, nuestra propia existencia por sí misma es una búsqueda, lo
que conlleva un vivo poema de anhelos que llevan consigo una oportunidad, una
vigilancia legitima, un deseo tranquilizador que nos entusiasma por muy
decaídos que estemos. Veamos algunas acciones. Por la cercanía en el tiempo,
ahí está el trascendente Acuerdo de París sobre el cambio climático, que
coincidió con el Día de la Tierra, verdaderamente es una realidad
esperanzadora. El mismo Director General de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), Guy Ryder, refrendaba nuevos sueños: "Ahora podemos poner
en práctica conjuntamente el Plan de Acción para las personas, el planeta y la
prosperidad de la Agenda 2030,
en el cual el crecimiento económico, la
protección del medio ambiente y la justicia social se apoyan entre sí y se
persiguen simultáneamente". Así es, se ha marcado el camino de una acción
sin precedentes, ya no solo por la suma de líderes congregados, sino por el
propósito de dirigirse hacia una economía con bajas emisiones de carbono, que
podría generar hasta sesenta millones de empleos adicionales en sectores como
la construcción, la agricultura, el turismo y la gestión de los residuos.
En
efecto, el Acuerdo de Paris sobre cambio climático es un nuevo pacto con el entorno,
con el futuro de nuestro hábitat y con nosotros mismos, en la medida que nos va
poner en movimiento para mejorar la vida de todos y de cada uno, habiten donde
habiten y sean de la cultura que sean. Lo decía, en la conclusión de su
discurso, durante la ceremonia de la firma, Gilbert Houngbo: “Las respuestas
políticas al cambio climático -cuando son discutidas e implementadas con la
participación y el acuerdo de los representantes de los trabajadores y los
empleadores, el gobierno y la sociedad civil- están mejor fundamentadas, son
más estables, más fáciles de efectuar, producen mayores beneficios para los
recursos humanos y las empresas de cualquier tamaño, así como para la sociedad
en general”. Está visto que tenemos que modificar actitudes. El cerebro es un
órgano maravilloso y la sociedad carecería de fundamento al no interesarnos los
unos por los otros. No es cuestión de seguir divididos entre los que lo tienen
todo y los que no tienen nada, entre los que tienen más comida que apetencia y aquellos que tienen más hambre que víveres.
Tampoco tiene comprensión alguna que muchos asalariados se enfrenten a una gran
presión para cumplir con las exigencias de la vida laboral moderna, mientras a
otras personas se les niegue el derecho y el deber a trabajar. Sea como fuere,
también es un signo esperanzador que, coincidiendo con el Día Mundial de la
Seguridad y la Salud en el Trabajo (28 de abril), se haya tomado como lema el
"estrés laboral", reconociéndose como un problema global que afecta a
todas las naciones, todas las profesiones y todos los trabajadores, tanto en
los países desarrollados como en desarrollo.
El
trabajo es esperanza, porque es vida, es descubrir lo que cada cual tiene
dentro y ponerlo a disposición del colectivo social. Lo que no tiene sentido es
vivir estresado y que nos venza la ansiedad, los pensamientos destructivos, la
autoestima se nos baje, y cohabitemos con una sensación de fracaso, sin fuerzas
e inseguros para seguir caminando. Por eso, quizás hoy más que nunca, es
importante que se impliquen todos los gobiernos, los patrones y también los
obreros, en una preventiva cultura activa en materia de seguridad y salud en el
trabajo, que cuide y respete el derecho a gozar de un medio ambiente de trabajo
seguro y saludable a todos los niveles; a través de un sistema de derechos,
responsabilidades y deberes definidos, y con la atribución de la máxima
prioridad al principio de la prevención. Una buena gobernanza en materia de
seguridad y salud en el trabajo demuestra que la prevención produce sus frutos. En
la actualidad, también muchos países rememoran el primero de mayo como el
origen del movimiento obrero moderno; otros no lo hacen, pero tienen también
sus días, pues el trabajo ha de dignificarnos como personas, pero asimismo ha
de buscar la conciliación de los tiempos de trabajo con los tiempos de la
familia. Por desgracia, igualmente, el desempleo asfixia nuestra dignidad, la
que imprime el propio trabajo, porque estar desempleado no es solamente no
tener lo necesario para vivir, ¡no!, es perder hasta nuestra razón de ser,
nuestra capacidad de realizarnos, de sentirnos útiles, pues quien no trabaja
tampoco descansa. No
es de extrañar, en consecuencia, que las personas hayan colocado el trabajo
decente entre sus principales prioridades en las consultas mundiales para la
Agenda 2030.
Indudablemente,
el desempleo es un drama mundial que hemos de atajar entre todos. No hay mayor
pobreza material que no permitirle a un ser humano ganarse el pan por sí mismo.
Luego está el fenómeno de la explotación y de la opresión, de la falta de
derechos laborales, resultado de opciones injustas que pone los beneficios por
encima del ser humano, es el efecto de una "cultura del descarte que
considera a la persona en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y
luego tirar", como ha dicho recientemente uno de los líderes más
carismáticos del mundo, el Papa Francisco, a los participantes en el encuentro
mundial de movimientos populares. Todos necesitamos vivir decentemente sin
exclusión. Tenemos los medios para llevarlos a buen término. Únicamente nos
hace falta sentirnos responsables con los menos afortunados, así como con el
medio ambiente del cual toda vida depende. La esperanza, ya se sabe, es lo
último que se pierde. Y aunque el paro a nivel mundial permanece
inaceptablemente alto, ya que alcanza los dos centenares de millones de
personas, mientras que cientos de
millones más son mano de obra en precario, o sea clase obrera pobre, no podemos
perder la perspectiva de que nos esperan grandes transformaciones. No es un
imposible conseguirlo, a poco que nos reunamos en una alianza mundial que
aglutine a las empresas, gobiernos y demás agentes sociales, e incluso a la
misma sociedad civil, pues, todos y cada uno de nosotros tenemos una misión que
desempeñar para garantizar que nadie sea dejado en la cuneta del desprecio, o
sea de la marginalidad.
Para
empezar a esperanzarnos, si en verdad queremos reducir las cifras del
desempleo, todas las políticas del mundo han de apostar decididamente por el pleno
empleo. De lo contrario, caminaremos en la frustración permanente, flaqueados y
en desgana. Tampoco se puede permitir que la proporción mundial de jóvenes que
no trabajan, que no cursan estudios ni
reciben formación, sea de más de uno cada cinco. Por otra parte, urge emprender
una acción urgente en todo el mundo para crear una cultura de prevención
laboral, puesto que cada día aumentan las enfermedades profesionales, los
accidentes y las lesiones. Nos alegra, sin embargo, que haya disminuido la
población infantil del mundo que se ven obligados a trabajar. Todavía es
preocupante el estancamiento de los salarios como una cuestión de justicia y de
aminorar las desigualdades. Es verdad que la paciencia nos relaja, pero a veces
estamos como sobre una cuerda tirante. Y, esta incertidumbre, aparte de
provocarnos miedo y fraccionamiento, nos acarrea también desasosiego sin saber
a dónde voy y de dónde vengo, cuando lo que necesitamos es un torrente de
energía moral para incorporarnos todos en la construcción de un planeta más
habitable con unos moradores más solidarios entre sí.
corcoba@telefonica.net
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor Español